There.

There.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Tercera parte de: El soplo del hada del paraíso verde

Cuando terminé de escribir le pedí ayuda a mi abuela la única persona que siempre ha estado y que siempre estará a mi lado:
-Abuela, este va a ser mi discurso, ¿puedes corregírmelo?
-Claro.
-Tú crees que Dylan lo escuchará entero.
-No sé tal vez él se enfade mucho sólo con lo primero que digas y ya no le vuelvas a ver nunca más.
-¿Nunca más? Pero eso es mucho tiempo, yo querría verle cuando decida perdonarme, sé que él no tuvo la culpa de no haber podido ir al funeral y también sé que quería ir.
Abandoné el salón y escribí en una hoja de papel una carta que nunca sería mandada:

Queridos papá y mamá:
La vida se me está haciendo muy difícil sin vuestra ayuda, querría haber obrado mejor y con más astucia, ya no se que hacer, todo el mundo que yo quería tener a mi lado se va a esfumar en un solo soplo de hada, ya sabes papá, ese aire que me rozaba la cara cuando tenía tres años y que me hacía sentir un escalofrío, eso siempre me decías que era un soplo de hada ¿no? Eso me encantaba, me hacía sentirme en el cielo entre hadas y disfrutando de la brisa, una brisa un tanto peculiar.

Bueno como seguía diciendo no voy a tener a nadie más a mi lado más que a mi abuela, ella tenía razón tendría que haber pensado antes de actuar.

Os echo mucho de menos.
Os quiero.
Besos.
María.
Doblé la hoja por la mitad, separé la foto de mis padres del marco, guarde allí, bien doblada la carta y volví a poner bien la fotografía.

-Abuela has terminado de corregir mi discurso.-Dijé entrando en el salón y sentándome al lado de mi abuela.
-Claro, no había nada que corregir, tan sólo unas pequeñas faltas de ortografía.
-Gracias.
Cogí el discurso y lo guardé en el primer cajón de mi mesilla.

-Abuela ¿tú te acuerdas de los soplos de hada?
-Claro, cuando eras pequeña tu padre, cuando hacía frío y la brisa rozaba tú pequeña carita te decía que eso era un soplo de hada. Recuerdo que el día que cumpliste tres años tus padres te regalaron un bonito vestido de hada y tú nada más abrir el regalo te lo probaste y les soplaste en la cara cariñosamente a tus padres.
-Yo también me acuerdo.-Una primera lágrima se deslizó sobre mi mejilla.
-Igual tal vez un día que te encuentres mejor modernizamos ese vestido y te lo pones, quiero sentir ese soplo yo también.
-Vale, cuando quieras. Oye sabes quiero preguntarte una cosa.
-¿El qué es?
-Sabes la fotografía en la que salgo con mis padres, esa del monasterio de piedra.
-Claro, ¿qué pasa con esa foto?
-Me gusta mucho y querría volver a ir allí.
-Mira vamos a hacer un trato: si tu me rocías con tu soplo de hada yo te llevo allí.
-¿En serio, harías eso por mi?
-Claro.
Al día siguiente mi abuela me dijo que como era viernes al salir del colegio me iría a buscar para ir a comprar el disfraz de hada y así el fin de semana iríamos a mi paraíso verde.

Eran las ocho y decidí llamar a Dylan:

-Hola, buenos días, Esteban, quería hablar con Dyl.-Su padre me cogió el teléfono.
-Claro en seguida se pone.
-Hola, eres María ¿no? Mi padre ha reconocido tu voz.
-Si soy yo, oye Dyl ¿quieres que te acompañe al colegio?
-No hace falta, no soy un niño pequeño.
-Es que el sábado…-Ya había colgado.
-Abuela, me voy al colegio.
-Adiós.

Yo quería hablar con Dylan y al final le iba a decir que el sábado no estaría aquí y no nos podríamos ver, pero colgó, que mala suerte.

Cuando terminé el colegio, como prometió mi abuela, fue a recogerme a las dos y media, fuimos a comer a casa y luego a comprar el disfraz, eran todos preciosos y no sabía cual probarme primero; al final di con el vestido perfecto y aunque me hacía sentirme como una niña pequeña me traía muy buenos recuerdos, era muy parecido al que yo tenía de pequeña, era de color rosa palo con dos alas muy grandes y la falda era un tutú con el tul color rosa fucsia, luego me compré unas medias rosas y use la varita que tenía con el disfraz de mi niñez, que era plateada con una estrella al final; el vestido de cuando era pequeña pensábamos regalárselo a la pequeña Nathaly en navidades.

-Sabes deberíamos comprarle un regalo a cada uno de tus primos.
-Ya, estaría bien, pero yo creo que el mejor regalo es la verdad.
-Tienes razón.

Cuando llegamos a casa me puse el disfraz y le soplé a mi abuela en la cara, estuvimos mucho rato riéndonos, fue genial, era lo que las dos necesitábamos, desconectar.

El sábado salimos de Zaragoza para ir al monasterio de piedra, o en otras palabras: mi paraíso verde. Al llegar todo nos pareció precioso y no sabíamos por donde empezar, acabamos con la cámara llena de fotografías.

La navidad estaba al caer y todas las calles estaban llenas de luces navideñas, a mi me gustaba mucho la navidad, aunque hiciera mucho frío, era una estación muy bonita, todo brillaba y si nevaba, cosa que en Zaragoza escaseaba, las calles se llenaban de un blanco que transmitía esperanza, felicidad y sobre todo natividad, es decir, el nacimiento de alguien muy especial, que seguro que si algún niño naciera en estas fechas también sería una persona muy especial para los de su entorno.

Ya era veinticuatro y esta noche venía toda la familia a cenar, preparamos bien todo y a las nueve en punto ya estaban en la puerta los Darlin y los andaluces, esta vez, yo me vestí de hada, y no de ama de casa y les abrí la puerta:
-Hola, pasen.
-Hola ¿tu eres María?
-Si, si no ¿quién? jajjajajajajajaja.
A las nueve y diez llegó la familia de Dylan y esta vez mi abuela abrió la puerta; cuando todos estaban en el salón y sentados, entré y me dispuse a deleitarles con mi discurso, en cuando dije toda la verdad Dylan se marchó; yo que sólo quería que todo se arreglara, dejé la carta encima de la mesa del salón, le dije a mi abuela que si quería podía leerlo ella, cogí la fotografía de mis padres y me marché siguiendo a Dylan:
-Dyl, espera, sólo un minuto, por favor.
-Vale, pero sólo uno.-Dijo sentándose en un banco y yo tomé asiento.
-Sabes, estos eran mis padres, tienes que entender que nada fue fácil para mi, sólo estuve tres años con mis padres y los añoró demasiado, y aunque no lo pienses se echa mucho de menos la presencia de los padres, yo me enfadé mucho cuando vi que los necesitaba y no estaban allí, entonces lo primero que pensé fue que tenía que haceros pagar por no venir al entierro, claro que en ese momento no pensé si todos tenían la culpa, ni nada, y la última cosa, quiero que tú tengas la foto de mis padres, ha significado mucho para mí y seguirá significando, pero quiero que tú la tengas y te acuerdes de mí cada vez que la veas.-Le entregué la foto y me marché.
-Gracias, pero no tenías porque hacerlo, sólo quiero saber una cosa más ¿por qué vas vestida como un hada?
-De pequeña cuando hacía frío…-Empecé a llorar.
-…y la brisa me rozaba la cara mi padre me decía que eso era un soplo de hada y se lo recordé el otro día a mi abuela y compramos este disfraz juntas.
-Yo… quiero sentir ese soplo.
Con los ojos llenos de lágrimas le soplé en la mejilla, él me besó y se fue. Cuando fue a pasar por un cruce un coche le atropelló, la foto de mis padres se cayó al suelo lentamente y el cristal del marco se rompió, recogí la foto en mis manos y me arrodillé a su lado; el conductor se fue, pero recordé su matrícula.
-Dyl, responde, por favor.-Nada pasó, ni nadie contestó.
-Dyl, Dyl.-Le sople cariñosamente en la cara y de repente sus ojos se abrieron lentamente.
-¿María?
-¿Dyl?
Lo levante lentamente y lo senté en el banco.
-Sabes todo esto ha sido muy extraño.
-¿Por?
-Mira, yo estaba muerto y veía todo negro como un profundo sueño, pero de repente a lo lejos descubrí una luz, esa luz se fue acercando lentamente y descubrí que eras tu disfrazada de hada, entonces me soplaste, y desperté.
-Para mi también ha sido muy extraño: la foto de mis padres cayó al suelo y el cristal se rompió; parecía que mis padres y yo nos hubiéramos separado para siempre, luego te di por muerto, pero pensé en el soplo de hada, te di uno y al fin cobraste vida.
-Sabes, me ha sentado muy mal tu mentira, pero no quiero separarme de ti, quiero perdonarte y descubrir más sobre este fenómeno y los soplos de hada.-Cuando terminó de decir esto le bese por primera vez.
-¿Me has besado?
-Si, ¿algún problema? Dyl, yo te quiero.
-Si, el problema es que somos primos.
-Vale ¿y eso importa?-Cogí la foto de mis padres y me marché al irme se me calló la carta de mis padres y Dyl la cogió y la leyó.
Al llegar a casa todos al verme se sorprendieron; sólo había una sonrisa, la cara de la pequeña Nathaly resplandecía destacándose con el vestido de hada, estaba preciosa; y no sabía por que era: por la carta, que les había leído mi abuela; por que tenía el vestido destrozado, lágrimas en los ojos, y la foto de mis padres rota en mis manos haciéndome sangrar rápidamente los dedos de mi mano derecha o simplemente porque Dyl no estaba conmigo.

El silencio se apoderó rápidamente de la estancia y un gran soplo de hada se escapó por la terraza, un gran escalofrió recorrió mi cuerpo; ya sabía que pasaba y no lo podía creer, pero que había hecho: Priscila se había suicidado por el balcón baje corriendo a la calle, si había salvado a Dyl, podría salvar a Priscila.

Al despertarme era 26 de Diciembre, había dormido un día entero, Dyl que estaba sentado en el borde de mi cama me dijo que todo había pasado ya y fue ha buscar vendas para mi mano que no paraba de sangrar, pues había dormido con la foto de mis padres en las manos.
-Habrá que cambiarle el cristal.
-Claro, me podía haber desangrado.
-¿Estás mejor, princesita mía?
-Perfectamente, sabes lo único que necesito ahora es un beso de un príncipe azul.-Me besó
-Esto lo he comprado para ti.-Dijo enseñándome un cristal para el marco de mi paraíso verde.
-Gracias, ¿y tu hermana?
-Estoy muy bien gracias, oí mientras Priscila se acercaba a la habitación; ¿cómo lo hiciste?
-Ni, idea.
-A propósito, se te cayó esto al irte.-Dijo Dyl mostrándome la carta de mis padres.
-¿Los hechas de menos?-Preguntó Nathaly entrando a la habitación disfrazada de hada y con una fotografía en las manos.
-Sí, demasiado ¿Y esa fotografía?
-Es para ti, yo tengo otra copia.-Dijo con su dulce voz de niña pequeña.
-Gracias.
-¡Ah! Que sepas que todos te han comprendido y perdonado.-Dijo Priscila marchándose del cuarto con Nathaly.

En la foto salíamos Nathaly y yo vestidas de hadas, ella estaba feliz, y yo… no sé que decir de mí, estaba triste soplándole en la cara, llena de lágrimas, con los dedos ensangrentados y en ellos el marco de la foto de mis padres y con el vestido destrozado, pero pensé que así no era tan infantil y me gustaba más.

Un mes después era enero, día seis, día de los reyes magos, y el regalo más grande que me pudieron dar fue que todo estaba curado: mi mano, en la que lucía una pulsera que ponía “María y Dyl, siempre”, que me había regalado Dyl; Dyl y Priscila estaban totalmente recuperados; y lo mejor era que mi familia había vuelto a la normalidad, a ser como cualquier otra, pero sin padres, pero tenía todo el apoyo de la familia; lo único que había desaparecido era María el ama de casa que trabajaba para Angelina.

En primavera Dyl me ayudó a descubrir más sobre los soplos de hada.
Un día Dyl vino a casa y yo me tenía que cambiar aún, así que lo dejé solo con mi abuela.
-Sabes, Dylan, María no sonreía desde que sus padres fallecieron y tu has logrado lo que yo llevo intentando hace años: que sonría. Gracias.
-De nada.
-Creo que te ama tanto como amaba a sus padres, cuídala.
-Hombre, es mi prima jjajajjajja ¿Tú crees que me ama tanto?
-Quererte, te quiere, lo que ya no sé es cuánto.¿Y qué vais a hacer si sois primos?
-Abuela de momento seremos novios jajjajajja.-Dije entrando al cuarto.

Dyl y yo fuimos a la biblioteca a pasar el rato y a consultar libros sobre anormalidades.

Había varios libros sobre: vampiros, circos de personas con anormalidades en el cuerpo y otros extraños pero no había nada que nos sirviera. Al fin decidí preguntarle a la señora:
-Oiga, ¿tienen libros de hadas?
-¿De fantasía? Sí en ese pasillo al fondo a la derecha.
-No, no digo de fantasía sino de hadas normales.
-Sólo hay uno, enseguida te lo doy.
Seguí a la mujer hasta un gran almacén al que no me dejó entrar, cuando salió llevaba un libro gordo en las manos y me lo entregó.
-¿Tienes carné de la biblioteca?
-No, sólo lo voy a leer un poco por encima aquí.
-Vale, cualquier cosa que quieras hablas conmigo.
Fui a enseñarle el libro a Dylan.


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