Desde pequeña me ha llamado la atención ese fenómeno que hace que las nubes se queden suspendidas en el cielo y no caigan a la superficie terrestre, que se queden atrapadas en las redes de la estratosfera cuales trozos de algodón puestas ahí por un niño que juega con sus playmobils.
¿Y si pudiéramos jugar nosotros como ese niño con aquellas motas de agua y helio? Algunos desearían que fueran bombas a presión y empezar así una guerra de algodones, otros quizá se las podrían de prendas de ropa cuales modelos y otros se las comerían como un niño se come algodón dulce.
Yo las pintaría, de diversos colores, así la vida ahí arriba cobraría más sentido, no estaría todo tan triste y nosotros siempre que miráramos al cielo pudiéramos ver que allí la gente, aunque carezca del mejor bien que podemos tener que es la vida, sonríe, que hay gente que todavía nos apoya desde la dimensión azul aunque solo nos apoye él.
¿Y que decir de los planetas? Esas bolas de baloncesto, fútbol, tennis, esas canicas, según tamaño, colores y características. Son fascinantes, ellos tampoco caen al vacío que debe haber ahí fuera. Junto con la Luna y estrellas como el Sol son los balones que nunca tuvo ese niño de África que se muere de hambre mientras tú tiras tu comida, son esas ruedas que deseaban tener los Picapiedra, son aquellos conguitos gigantes con los que soñaría Augustus Glup. Son esos objetos que aunque pesados quedan ahí donde estan dando vueltas alrededor de otros.
Parece que el mismo niño que juega entre algodones da lentas patadas a esas bolas pesadas mientras dentro se permite vida o no vida, eso a gusto del consumidor, si tienen agua o vapor de agua seres vivos pueden habitar ahí, si carecen de agua el consumidor no los prefiere.
Las estrellas, aquellos diminutos diamantes que brillan con la luz de la Luna o como el Sol brillan por sí mismos, son los collares de la madre de este niño rotos y esparcidos por el cielo.
Por último, siempre he pensado que los truenos son llamadas a la vida de aquellas personas que hemos perdido y la lluvia su llanto por el añoro del mejor bien del que podemos disfrutar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario