-Un día de repente ocurrió. Empecé a dejar de ver, todo se
oscureció, pero la noche aún no había llegado. Estos días pasados empezaba a
ver todo de otra forma, pero ahora es diferente, no supe que hacer, me asusté
empecé a llorar y a gritar para buscar a alguien que me ayudara, pero yo había
ido a buscar agua a un pozo que tenemos a bastantes kilómetros de nuestra
choza, nadie parecía oírme, me toque la cara para poder notar al menos lo que
había pasado.
Mis ojos seguían estando ahí, pero por algo no podía
usarlos, me conocía el camino de vuelta e intenté volver, pero no paraba de oír
el agua caerse del cubo, pensé en retroceder, pero perdería más tiempo, seguí
el camino y cuando llegué a la choza mi madre se preocupó al ver que volvía
tarde y con menos agua que de normal.
Antes tenía a mi hermano y a mi padre, pero ellos ya no
están aquí. Los recursos son limitados y cada día perdemos a alguien, cada vez
se hace más llevadero, pero sigue doliendo. Le conté a mi madre la situación,
pero ella no me entendía, dijo que fuera a dormir que quizá mañana podría
volver a ver; ese día tampoco cené, no teníamos suficiente para los dos,
prefiero que coma ella, ya que yo ya estoy así no me importa perder nutrientes
si tampoco puedo ver el sentido de la vida.
Todo era tan triste que noté como las lágrimas me brotaban
por los ojos, pero seguía sin poder ver lo que tenía a mi alrededor, casi todos
los días eran así, sólo que antes podía apreciar todo lo poco que tenía y que
agradecía, ese día no podía ver aquellas cosas de las que tanto me enorgullecía,
porque aunque tuviéramos poco me conformaba con aquello, no sabía que podían
existir más cosas de las que tenía.
Aquí en mi ciudad, si es así como puedo llamarlo, una vez al
mes venían médicos de otras partes del mundo y nosotros hacíamos filas
interminables para que ellos nos pudieran ayudar, ese mes habían venido ya así
que tuve que esperar al próximo mes, y mi madre tuvo que hacer todo ella sola, eso
me entristecía y cada vez que podía intentaba ayudarla, me llamó mucho la
atención que cuando intentaba ayudarla todos los demás sentidos parecían más
fuertes, como si alguien los hubiera alimentado.
Ya vinieron los médicos al mes siguiente, mi madre se
desesperaba por conseguir la atención que necesitaba, pero nada paso, nadie
pudo verme éramos demasiados, seguí así otro mes y al fin pudieron verme solo
pude oír a los médicos hablar, creo que dijeron algo como “cataratas” pero en
ese momento esas palabras no significaban nada para mí, tan solo tenía 10 años,
no pudieron curarme, era complicado y eso me asustó aún más.-
-Un día estaba en el trabajo y oí algo urgente detrás mío,
eran los oftalmólogos que trabajaban conmigo, ese día estaban algo
revolucionados, pregunté, un niño de 10 años tenía ceguera por cataratas, no
pude soportarlo, tan solo llevaba unos meses trabajando y esas palabras se me
hicieron muy duras, rompí a llorar, me dio mucho coraje que esas cosas pasaran
cada día allí en África mientras nosotros aquí tenemos de todo y no damos
gracias por ello.
Durante aquellos meses con mis compañeros intenté averiguar
más sobre ese niño e hice todo lo posible por él, sé que hay otros casos
parecidos e incluso peores, pero aquel me encogió el corazón.
Tuve que estar mucho tiempo luchando por él para que al
menos pudieran traerlo a España para ver si podía ser tratado, entendía que era
un proceso complicado e igual tardaríamos años en poder tratar a aquel niño,
pero quería intentarlo al menos, fui enterándome de cada noticia sobre aquel
tema o sobre África por si pasaba algo que involucrará a Matumaini, así se
llamaba él, cuando me explicaron el origen de su nombre me conmovió y tal vez
por ello su caso me atraía tanto.
Matumaini en Suajili quiere decir esperanza, a su madre
simplemente le gustaba como sonaba, pero yo supe toda su historia tras
investigar y su madre no se confundió al ponerle ese nombre, había perdido a
casi toda su familia y su poder de la visión y él seguía con fuerzas.-
-Hoy tengo la suerte de tener a la segunda mujer que más me
ha ayudado en mi vida, siendo mi madre biológica la primera, ella hizo todo lo
posible por mi sin conocerme y ahora le debo todo, pasados unos meses, ni
siquiera un año, me operaron de catratas y fue una operación muy difícil, pero
ella estaba allí apoyándome y animándome antes de la operación y en ella. Ahora
puedo volver a apreciar los colores, las texturas, los tonos y las sombras de
la vida, gracias a ella.
Unos años después mi madre falleció y ella se enteró a la
velocidad del rayo, ya que seguía preocupándose por mí después de que todo
hubiera salido bien, ahora ella guía el camino de mi vida y me ha brindado
nuevas oportunidades que nunca había visto posibles.
Me ha acogido en su vida con los brazos abiertos y gracias a
ella puedo honrar mi nombre y he podido sentir lo importante que es no perder
la esperanza, por ello lucho por mí, para no perderme, y como cada madre a su
hijo, me ha dado la vida.-
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